jueves, 22 de febrero de 2007

De becas, filosofía de la ciencia y de partidas de ajedrez

Me enteré de que es probable que no me prolonguen la beca doctoral en Alemania. Cuando la obtuve, se repartieron 20 becas. Yo fui el último en obtenerla, y el único becario en humanidades (Geisteswissenschaften en alemán). Recuerdo bien cómo me tuvieron como sobre ascuas cuando me dijeron que me darían una beca siempre y cuando ningún artista obtuviera una. Si tan sólo uno de los solicitantes de arte obtenía la beca, me botaban de la lista de becarios. Esperé como seis semanas a que mandaran al diablo a todos los artistas, pensando en por qué ese desprecio por las humanidades (y por el arte también, hay que decirlo)

¿Por qué, dije? Ah, pues muy sencillo: el gobierno y las cámaras industriales de México quieren ciencias aplicadas y tecnología, pero no invierten en ciencia. Y por eso la prioridad fue para químicos, físicos, ingenieros químicos, químicos farmacéuticos, bioquímicos etcétera etcétera etcétera. Pero un historiador, ¿qué puede producir que se pueda vender bien y , si es posible, caro? Pasteles y gelatinas tal vez, si es que sabe cocinar. Pues bien: ese sigue siendo el argumento de las autoridades y empresario mexicanos, que quieren ciencias aplicadas pero no quieren hacer ciencia. Y al parecer, el organismo que me becó piensa más o menos parecido.

Hablé hace poco con la encargada de las becas y me dijo que el comité seleccionador está nervioso, porque "los de humanidades pueden pasarse años leyendo y escribiendo", a diferencia de los dedicados a las ciencias naturales (Naturwissenschaften en alemán), que "hacen una hipótesis, corren los experimentos en el laboratorio, cotejan resultados, hacen el informe y listo." No pues sí. En efecto, esa es una diferencia entre humanidades y ciencias de las llamadas "exactas", pero no por eso le vamos a tener miedo o desprecio a las humanidades. En fin, me tendré que financiar escribiendo más artículos para el diario que en México ya me publicó uno.

Esta creencia de que las "ciencias duras" sí dan resultados mientras que las humanidades son puras especulaciones en torres de marfil está muy extendida. Sin embargo, va quedando claro que la ciencia no podrá jamás llegar al origen de todo conocimiento, o a La Verdad, simplemente porque tal Verdad no existe. Cada ciencia es un conjunto de convenciones que delimitan las reglas del juego científico, y es dentro de esos límites convencionales donde se desarrolla lo que conocemos como ciencia. De vez en cuando llega un jugador que modifica esas reglas y entonces el juego cambia de reglas o de carácter, pero únicamente para desarrollarse dentro de los nuevos límites establecidos. Ejemplos de ello hay muchos. La medicina ha sufrido muchos cambios (que no evolución, perfeccionamientos o acumulación de conocimiento). Si un médico del siglo XV hubiera hablado de pequeños animalitos invisibles que causan enfermedades sus colegas lo hubieran tachado de loco y lo hubieran excluido de la comunidad médica. En esa época las cuestiones religiosas eran dominantes. Las enfermedades podían ser causadas por "malos aires", castigos divinos, alimentos particulares (había quienes creían que las lentejas causaban lepra), etcétera. Además se empleaban las categorías de Hipócrates sobre la "naturaleza" o "temperamento" de los pacientes, que podía ser colérico, sanguíneo, flemático o melancólico. Eso determinaba si se practicaba una sangría a alguien o no, por ejemplo. Luego llegaron los gérmenes. Luego, las bacterias, microbios y virus. Ahora se habla de la medicina genética. Antes se diagnosticaba mediante la observación de cambios o modificaciones exteriores; luego se comenzaron a hacer análisis sanguíneos y ahora se hacen estudios que no incluyen o pueden incluso contradecir las observaciones resultantes de métodos de diagnóstico anteriores. Se reconoce ahora la existencia de enfermedades psicosomáticas que antes pretendían tratarse como si fueran disfuncionalidades meramente orgánicas. Y en todo ello no hay conocimiento acumulativo: de nada sirve ahora hablar de temperamentos coléricos o flemáticos o de malos aires para explicar una enfermedad. Los métodos de diagnóstico contemporáneos muchas veces desechan métodos anteriores; se fijan en síntomas antes despreciados o desconocidos o ignoran deliberadamente resultados o síntomas que antes hubieran sido considerados fundamentales. No se acumuló el conocimiento médico; cada vez que ha habido un descubrimiento se replantean las bases y márgenes del juego científico de la medicina. "Medicina" es lo que el consenso de expertos -los médicos- llama por el momento como tal.

Un ejemplo corto para terminar estas reflexiones a vuelo de pluma: escuchen a Stephen Hawking o a algún físico teórico y mucho de lo que argumentan bien podría ser firmado por algún astrólogo o por lo menos por un autor de ciencia ficción. No argumento que sea charlatanería lo que dicen, para nada; pero ese afán por buscar el Principio y Fin aboslutos de la existencia y del ser son las otorgan incluso a las "ciencias duras" un carácter especulativo que la mayoría adscribe sólo a las humanidades.

Pasando a otras cosas más emocionantes y concretas: por fin ganamos de nuevo en el campeonato de Berlín por equipos (en la liga se ve la tabla de la Stadtliga A, donde jugamos. Nuestro equipo es el TuS Makkabi Berlin). Ganamos en la sexta ronda, luego de recibir palizas horribles en las dos anteriores: 2-6 y 1.5-6.5.Pero ganamos de milagro, por un mísero punto: 4.5 a 3.5, con todo y un regalo de torre que fue lo que le dio la voltereta al marcador.

Ganamos en el primer tablero por default (!); perdimos en el segundo cuando Georg creo que se equivocó en un final incómodo pero salvable; perdimos en el tercero por lo que me parece que fue una catástrofe de apertura (resultado sorpesivo, porque nuestro tercer tablero es fuerte y sólido); en el cuarto estábamos perdidos cuando el contrincante regaló, en una jugada, una torre limpiecita. Antes tenía dos torres y caballo contra torre y dos caballos, con igualdad de peones y la posición francamente robada para el rival. En el quinto ganamos rapidísimo gracias a que nuestro jugador vio más lejos que su rival y refutó una supuesta celada táctica. En el séptimo, para variar, perdimos por sexta ocasión consecutiva. Nuestro jugador ha perdido de todas, todas. Seis cerotes en seis rondas. Increíble. De hecho, ya estoy tan acostumbrado a que nuestro séptimo tablero pierda que si llegara a ganar o a empatar aunque sea una única partida de las tres que faltan me sentiría francamente defraudado. En el octavo fueron unas tablas tranquilas y relativamente rápidas.

Yo, en el sexto, gané con negras una apertura española muy mediocre a un viejito medio enojón, que al parecer tiene la costumbre de gesticular como si estuviera sentado sobre una parrilla y, peor todavía, de estirar la mano hacia una pieza, abrir los dedos sobre ella, casi tocándola, quedarse así unos segundos con la mano temblándole y luego retirarla con un gesto de híjoles, mejor no. Hubo como ocho ocasiones en las que la cabeza de un peón o de un alfil estaba entre sus dedos, a milímetros de la piel, pero no tocaba las piezas. Y eso llegó a dura hasta cinco segundos. Lo hizo siempre, a partir de la jugada 11, excepto cuando había que capturar una pieza.

Mi rival se dedicó a hacer jugadas sólidas y sin grandes aspiraciones. Como nos metimos a mi variante favorita de la española, con la que hace años que no pierdo una partida y gano muchas, estaba confiadísimo en que tarde o temprano o le ganaría un peón o le causaría una debilidad permanente a mi rival. Por eso, cuando llegamos a una posición crítica en la transición apertura-medio juego, jugué con ligereza una "jugada natural"; una jugada que parecía buena a simple vista y por motivos muy generales. En efecto, igualé sin problemas, pero la posición que resultó tras su obvia respuesta fue casi de tablas. Me desesperé y sacrifiqué un peón de manera casi irresponsable únicamente para aventar mi dama la flanco de rey y crear amenazas vagas. Llegamos a una posición que, objetivamente hablando, debí haber perdido. Pero confiaba en la manía de mi rival de hacer puras jugadas marras y sólidas, evitando cualquier cálcuo concreto de variantes. Y al final se equivocó y le gané con un golpe táctico fácil de ver si analizas la posición con un poco de cuidado; viendo un par de variantes. Pero mi rival jugaba como yo al principio: puras jugadas "naturales", sólidas y de "principios generales".

Terminamos al último (ambos en apuro de tiempo: dos minutos para él y cuatro para mí para las últimas ocho jugadas) y con eso pudiera presumir que le di el punto decisivo al equipo, pero en realidad el punto culminante fue el regalo de torre en el cuarto tablero. Ya escapamos de la antesala del descenso, pero estamos a media tabla, con seis puntos de doce posibles (van seis rondas), empatados en los lugares 5 y 6 de diez equipos. Estamos a cuatro puntos de los líderes cuando faltan seis puntos (tres rondas). Adiós ascenso. Lo único que me intriga es: ¿irá nuestro séptimo tablero a robarse el campeonato con el memorable resultado de 0 de 9? ¿o lo arruinará todo y se le ocurrirá ganar en la última ronda?

miércoles, 7 de febrero de 2007

Ladrones

Ayer robaron el departamento de los vecinos de la planta baja. Vivimos en Bonn en un edificio de tres pisos con una vivienda por piso, por lo que sólo vivimos aquí seis personas: tres parejas. Pues ayer les tocó a los vecinos de hasta abajo "recibir una visita de los amigos de lo ajeno", según la trilladísima frase.

Forzaron la puerta del departamento, simple y sencillamente. Curiosamente la de la calle no presentó daño alguno. Yo era el único que estaba en casa cuando el robo, pero no escuché nada. Nada más falta que haya sido yo quien dejó entrar al zorro al gallinero, porque alguien tocó el timbre y yo abrí, desde el rellano de las escaleras alcancé a ver un brazo mientras respondía al supuesto deshollinador de chimeneas, que anunció que regresaría más tarde. El tipo se fue (vi cómo el brazo cerraba la puerta) y yo me metí de nuevo al departamento.

La policía estuvo ligeramente frustrada de que no haya visto al tipo ni recordara la ropa (el color de la chamarra que alcancé a ver), pero la verdad es que ni bajé a abrir ni me fijé en la manga que vi desde arriba. Yo también me siento frustrado por ello y vagamente culpable.

lunes, 5 de febrero de 2007

La cuitas de un equipo de ajedrez asaz optimista

Nos aniquilaron el pasado domingo 28 de enero. Nos urgía como aire una victoria, para no despegarnos de los líderes y aprovechar cualquier eventual tropiezo suyo. Pero nos barrieron, 1.5 a 6.5 nos pegaron. No ganamos ni un juego y hasta nos dimos el lujo de perder uno por default. Si consideramos que tras esta pepiniza quedamos empatados en los lugares séptimo y octavo de diez equipos en total y que bajan de categoría los últimos dos, podemos decir que tenemos la lumbre llegándonos a los aparejos.

Supuestamente, el equipo se había reforzado para ahora sí luchar en serio por el único boleto a la categoría siguiente, que es la más fuerte de Berlín. Pues naranjas. Para empezar, estamos escasos de refuerzos. Basta con que uno se enferme y otro tenga que estudiar para sus exámenes en la universidad para prácticamente obligarnos a regalar un punto por default, como nos sucedió. Y además tenemos un séptimo tablero que pierde de todas, todas y si meter siquiera las manos. Empezamos siempre con uno o dos puntos de desventaja. La idea era que los tableros medios, del cuarto al sexto, fuéramos los cosechadores de puntos; que sacáramos adelante al equipo. Porque los tres primeros son bastante duros y aunque ahí considerábamos sacar un balance positivo, no sería por mucho: el primero siempre es muy duro, aunque Marcos Kiesekamp es un jugador muy muy fuerte. En el segundo juega Georg, que tiene 14 años y puede ser algo irregular, aunque ha estado jugando bastante bien y mejora cada vez más. Como que se ve que es alumno de Marcos y que tiene ciertas ambiciones en el ajedrez. El tercero también es muy fuerte, pero nuestro compañero, Mijaíl, lo cubre mejor que bien. Pues nanay con las esperanzas en los tablero medios. Tres inesperados pepinos en el quinto; cincuenta por ciento en el cuarto. Yo he perdido uno por default, y precisamente en la primera ronda, cuando el equipo perdió apenas por un punto, 3.5-4.5, contra un rival bastante medianón. Y de las tres partidas que he disputado, he juntado sólamente punto y medio, aunque tuve posiciones para juntar 2.5 y, siendo optimistas, los tres puntos completos.

En resumidas cuentas, en lugar de tener tres primeros tableros de contención, tres tableros medios arrasadores y dos últimos tableros malos, hemos juntado puntos con los tres primeros (sobre todo con los dos primeros), un resultado por abajo del 50 por ciento en los siguientes tres (del cuatro al seis) y dos horrísonos últimos tableros, sobre todo en el séptimo: cinco pepinos, cero tablas, cero victorias.

Mi partida fue de las más divertidas que he jugado en mi vida. Empecé llegando media hora tarde, y apenas entonces me enteré de que jugaba en el sexto y no en el quinto tablero (es que se suponía que iba a faltar nuestro tercer tablero y los demás nos correríamos), lo que significaba que toda mi preparación casera, de nuevo cocinada junto con Marcos, me serviría para dos cosas: para nada y para nada. Bueno, pensé, juguemos como en México: sin preparación, como recuerdes la teoría según progresa la partida. Oh agradabilísima sopresa, mi rival - Peter Müller, nombre alemán si los hay - respondió 1. ...e5 a mi 1.e4. Excelente, pensé, porque a) podría recuperar el tiempo perdido jugando rápidamente mi apertura favorita, y b) podría jugar mi apertura favorita: el noble y venerable gambito de rey. Mi rival panteó con notable seguridad un contrgambito Falkbeer, pero apenas en la jugada seis empezó a pensar mucho. Aquí intercambiamos pequeños favores: él eligió una continuación inferior en la séptima jugada luego de pensar unos 20 minutos en una posición llena de tentadoras pero engañosas continuaciones para el negro. Yo, que me había paseado entre las mesas todo ese tiempo - estábamos jugando seis equipos en total, por lo que había qué mirar - no recordé el castigo a esa impresición y decidí trasponer a la línea principal.

Mientras deambulaba entre las mesas (entre los tres enfrentamientos en marcha había uno de equipos infantiles, algo que me siempre divierte: los niños son geniales) se me acercó nuestro tercer tablero y me dijo que tuviera cuidado con mi rival porque es muy táctico y ataca bien; claro que se puede equivocar pero en general siente muy bien la táctica y por eso mejor no le des oportunidades de que te ataque, ¿entendiste?. Dije que sí pero que el gambito de rey ya estaba planteado.

Ya de regreso a la línea principal mi rival se equivocó en la continuación pero otra vez fallé. No recordé una jugada asesina de Tartakower pero sí otra muy buena que no pasa por asesina pero sí por noqueadora. Quedé con peón de ventaja, sin damas en el tablero y los dos alfiles en una posición completamente abierta, sin peones centrales. Gané el peón con una maniobra que me dejó bastante satisfecho y que sacó de onda a mi rival, que seguía cargándose de tiempo. Su compensación era meramente temporal, porque aunque mi alfil seguía en f1 y mi torre de h1 encerrada, él no podía evitar que me desarrollara. Lamentablemente vi un fantasma que me hizo analizar durante quince minutos una captura imposible por parte de mi rival, y cuando me di cuenta de ello empecé a perder la confianza. Comencé a invertir tiempo en decisiones sencillas y aun así cometí imprecisiones. Pero mi rival, en lugar de aprovechar una oportunidad y pasar a un final de torre con alfiles de distinto color y peón de menos, se empeñó en tenderme trampas fáciles de ver y de parar, por rectilíneas y transparentes. Total, me desarrollé con mis dos alfiles y mi peón de ventaja. Ya metido de lleno en el apuro de tiempo, pimponeé las últimas cinco jugadas. En la 39 cometí una nueva impreción que mi rival otra vez no aprovechó y entonces en la jugada 40 pude iniciar una maniobra que me hizo ganar un segundo peón tras cambiar alfiles, para llegar a un final de torre y alfil y cuatro peones contra sus torre, caballo y dos peones. Y aquí se viene la catástrofe. Debo hacer la jugada 44. Noto inmediatamente la amenaza directa de mi rival, calculo y... decido provocarla, porque, según yo, sólo sirve para cambiar torres. En realidad, regalo una pieza y la partida.

Manuel García-Peter Müller





Mi rival acaba de jugar 43. ...Cc4. Es obvio que amenaza el doblete 44. ...Ce3+. Pues bien, lo dejé hacerlo, porque sólo consideré que tras mi respuesta 45. Rd3 sólo sería posible la continuación 45. ...C:d5; 46. R:e2 y las blancas ganan. Pues bueno, ahí voy a provocarlo: 44. b3?? Ce3+, Todo según lo planeado. 45. Rd3 T:d2+ Zaz 46. R:d2 C:d5 Como consecuencia de mi excelente idea de "dejarlo hacer" perdí pieza y llegué a un final que creo debe estar perdido. Había bastantes integrantes del equipo rival sentados, siguiendo mi partida - mis compañeros o luchaban por sus vidas o ya las habían perdido -. En cuanto vieron el 45. ...T:d2+ se levantaron casi todos de golpe y se fueron a ver otras partidas, como diciendo "este arroz ya se coció". Yo obviamente sentía que me llevaba la chingada, pero decidí seguir jugando. Sea lo que sea, tenía todavía dos peones contra un caballo. Analicé unos segundos y noté casi inmediatamente que no tenía jugadas útiles con mi rey: caía inmediatamente bajo dobletes del caballo y perdía mi peón de h3. Bueno, pensé, no queda de otra que aventar los peones. Y así, violando la sagrada regla de centralizar el rey, jugué un plan sencillísimo: aventar los peones hasta donde pueda y luego a ver qué pasaba. Y listo: tiré 47. a4. Mi rival piensa bastante y tira 47. ...Rf7, y yo respondo al toque 48. b4. Otr pausa larguísima de mi rival. 48. ...Re6. Yo estaba de pie viendo las pepinizas a mis compañeros - ya habían terminado - y regresé a mi tablero nada más para jugar 49. a5 y volví a irme. Yo estaba segurio de que perdía, pro en cuanto vi que mi rival jugó 49. ...g5 pensé mira, chance y me salvo. 50. b5 Rd6; 51. a6 ba6 si mi rival quería jugar a ganar debió conservar su peón b 52. ba6 Rc6 y aquí me ofreció tablas. Increíble. Me gasté unos dos o tres minutos para mis últimas siete jugadas, y mi rival se echó unos 40 minutos. Estaba bastante alterado al final; casi molesto, aunque no sé por qué: fui yo el que perdió medio punto; no él.

En cuanto acordamos las tablas vi cómo unas siete u ocho manos se metían a mi campo visual y empezaban a revolotear sobre las piezas, moviéndolas de acá para allá mientras unas voces discutían entre sí y señalaban a mi rival cómo debió haberme ganado el final. Creo que el final se gana si el negro va inmediatamente tras el peón de h3 con su caballo. En realidad, debe haber más de un plan para pegarme, pero mi rival, con todo y sus 1943 de ráting alemán, no logró encontrar ninguno de ellos, y eso que se clavaba antes de cada una de sus últimas seis jugadas. Por otro lado, yo había estado pensando jugar no la burrada de 44.b3??, sino la burrada 44.b4??, que también pierde pieza pero que por lo menos gana un tiempo para el final. Gran consuelo.

Una partida de locos. También de locos fue el análisis post mortem. Me habían dicho que el club rival, Berolina Mitte, es un club de intelectuales. Entre ellos habría por lo menos un escritor que es relativamente conocido en Rusia, otro que decide irse en bicicleta a Italia y anotar lo que observa, etcétera. Un club cuyos miembros leen hartos libros y hablan de literatura, poesía, arte y política mientras juegan apaciblemente ajedrez en su sede, que es nada más y nada menos que un café muy agradable en una avenida bastante simpática de Berlín. Pues discutían planes supuestamente ganadores interrumpiéndose los unos a los otros y arrebatándose el rey negro de las manos.

Intelectuales... yo, por mi parte, me reconozco como un simple y humilde artesano.