sábado, 28 de julio de 2007

Nopales in Memoriam

El año pasado, cuando estuvimos en México, decidimos contrabandearnos dos pencas de nopal. Lo que queríamos era, básicamente, poder prepararnos de vez en cuando una ensalada de nopalitos con todo y queso rayado. Estábamos resignados a esperar bastante tiempo porque teníamos que sembrarlas, dejarlas crecer y sólo a partir de la tercera o cuarta penca comenzar a disfrutar los frutos de nuestra paciencia y habilidades agropecuarias.

Pues no. Primero agarró una de las pencas y le empezó a crecer una hojita mientras la otra penca languidecía en su maceta. Sabíamos que estaba viva porque echó raíces y éstas crecían cada vez más. Pero no mostraba brote alguno. Lo que nos ponía nerviosos era una herida profunda en la penca que germinó, pero creíamos que no era nada serio; después de todo, la planta crecía. "Estos pinches nopales sí que son indestructibles", pensaba yo con secreto orgullo. Nuestra alegría de productores de nopal creció cuando la penca durmiente por fin despertó y echó un brote. Lo hizo en un sitio raro, pero lo hizo: a media hoja, por donde tendría el hígado si en lugar de una penca de nopal fuera un un orangután verde y ovalado o un pero verde y ovalado (y erguido).



Hasta que una vez vi una mosquita salir volando de la herida del nopal. me causó ahora sí que mala espina, pero quise creer que se trataba de una mosca curiosa que pasó a ver qué pedo con estar adentro de un nopal, se aburrió y se fue. Pues no. pasaron los días y una mosquita igualita a esa me pasó volando frente a las narices cuando me encontraba trabajando ante la computadora. Zaz, pensé, estas moscas ya anidaron dentro del nopal. Me acerqué a la maceta y en efecto: como abejas en su panal, así entraban y salían las mosquitas de marras de la cortada que tenía la penca. Mi esperanza ahora era que todo fuera superficial: como nos dieron así ya la penca en México, supuse que la herida estaría cicatrizada. Me equivoqué de nuevo. Un día me di cuenta de que el nopal estaba literalmente pudriéndose por dentro. Además, el brote ya había dejado de crecer, luego de días de estirarse rapidísimo. Se aguadó tanto el pobre nopal que terminó doblándose sobre sí mismo, como si tuviera dolor de panza, con su hojita, ya bastante grande, como penacho. Decidí consultar el asunto con Jeanne:

- ¿Lo dejamos un rato más para que la hojita nueva crezca un poco más y lo quitas cuando quieras o y a de una vez?

Jeanne volteó a ver al nopal doblado y dijo:

- Guácala.

Saqué el nopal ese mismo día. Le desprendí la hoja nueva y, luego de dejarla secar unos días, la volvimos a sembrar. Antes, espanté y maté cuantas moscas matanopales pude. Este ex retoño, ahora sembrado directamente en la tierra, echó pronto un retoñito, aunque no engordaba ni crecía. "¿Cómo le hará cuando le crezcan cada vez más hojas encima? No creo vaya a aguantar" me dijo Jeanne en una ocasión. "Ya lo hará", le contesté, pero el pinche ex retoño nomás no se fortalecía.

Nuestras esperanzas se trasladaron al antiguo nopal durmiente, cuyo brote creció sano y fuerte, echó él mismo un rebrote que, a su vez, ya tenía un pequeño botón en el copete.


Y aquí nos alcanzó la debacle. Como el primer brote se dio en el sitio en el que todos tenemos el hígado, la unión entre la hoja contrabandeada y el el primer retoño no aguantó el peso. Se vino abajo, literalmente, toda la serie de primer, segundo y tercer retoño. Ni modos, dijimos, los sembramos otra vez.

Eso fue hace como una semana. Y anteayer me di cuenta de que la penca original, la penca ex durmiente, también está valiendo queso, si no es que ya lo valió: se está pudriendo. Además, me da la impresión de que en la otra maceta, donde vive el ex retoño, también se la cosa pinta color de hormiga.

No pudimos ahogarlos en agua y pudrirlos porque casi no los regamos. Una vez cada cinco semanas, a lo más. Tienen tierra de la buena y bastante sol. Como están dentro de la casa, no pasan ni fríos ni calores extremos: unos 19 grados centígrados en invierno y unos 26 en verano, como ahora (me está sudando el sobaco, de hecho).

¿Padecerán del síndrome de el Jamaicón? ¿Habrá mosquitas mineras cavando túneles en las insondables profundidades de las macetas? ¿Demasiada humedad en el húmedo aire de Bonn? ¿Partículas suspendidas antinopalíferas, imecas traicioneros? ¿Les llegó la hora, así nomás?

¿Por qué muere un nopal?

1 comentario:

Aurora García dijo...

HOla, Manuel. Pues ha sido toda una sorpresa encontrarme con esta crónica del nopal justo porque yo estaba buscando información sobre la factibilidad de que crezca un nopal en una maceta. Te cuento que en mi último viaje a México me traje dos pencas con los mismos propósitos perversos de plantarlas y comerme sus frutos. Desde enero las planté en mi balcón de Barcelona y una no aguantó el frío, mientras la otra ahora que inicia el verano ha comenzado a crecer muy bien, verde, gorda y fuerte. Pero no da frutos!!! no le nace nada por ningún lado!! Esta crónica tuya es de cuánto tiempo? Porque las fotos dicen 2007, luego 2005, así que supongo que la cámara está loca. Bueno, en lo que me puedas ayudar para que sobreviva mi nopal te lo voy a agradecer, jaja. Un saludo hasta Berlin, donde por cierto estuve hace un año y me pareció una ciudad única e interesante.