viernes, 14 de noviembre de 2008

La olimpiada de ajedrez Dresde 2008 y el ajedrez mexicano

Este es el correo que mandé al blog del maestro internacional Benjamín Góngora AxA, quien debuta como integrante del equipo olímpico nacional - quinto tablero, reserva - en la olimpiada de Dresde, Alemania:

"Sería interesante que el jugador de ajedrez Benjamín Góngora nos tuviera al tanto, ronda a ronda, de las peripecias del equipo mexicano allá en Dresde.

"Mi humilde impresión es que se trata del equipo más débil de los últimos años. En Estambul 2000 no jugó un solo gran maestro por el equipo, pero José González ya tenía el nivel (de entonces repite Espinosa), y además me parece que el resto del equipo - Estrada y Russek - era más sólido de lo que refleja la puntuación: no había suplente y Villarreal fue capitán-jugador.

"En la siguiente, Bled 2002, tampoco tuvimos nuestro mejor equipo: Estrada, Aldama, González, Garméndez, y Frey (de nuevo, repite Espinosa).

"En Calviá 2004 las cosas fueron diferentes: prácticamente tres grandes maestros: Gilberto, Juan Carlos y Pepe (que tenía el nivel de GM). Más Almeida, Escobedo y Espinosa.

"Finalmente, en Turín 2006 faltó un gran maestro, Gilberto, pero jugaron Juan Carlos y Pepe (que aunque seguía sin el título mantenía su nivel de GM), más Escobedo (que siempre hace malos papeles en la Olimpiada) y dos chavos debutantes: Capó y Guillermo Domínguez. Domínguez, con un Elo de 2347, tuvo un rating performance de 2316 y Capó, con 2367, uno de 2319. O sea, no se hundieron pero tampoco destacaron. El que decepcionó fue Escobedo (2399 y 2300, respectivamente), en tanto que los demás incluso ganaron puntitos (Espinosa casi se mantuvo igual, pero Pepe y Juan Carlos sí destacaron)

"Ahora soñábamos con tener un cuadro titular de puro Gran Maestro, pero la federación tuvo ideas geniales y bueno, reaparece Gilberto pero se van Pepe y Juan Carlos. Y el cuarto Gran Maestro, Manuel León, nunca ha jugado por México en olimpiadas. Chamin por lo menos tiene experiencia internacional, pero el jugador Benjamín Góngora tiene el rating de un jugador duro de primera fuerza. Es el integrante más flojo, por nivel y por rating, de un equipo olímpico nacional en sus últimas ediciones.

"Pero por eso tiene la oportunidad de hacer algo grande: tiene todo por ganar y nada que perder. Y por eso queremos leer su impresiones y comentarios.

"No hago comentarios de anónimo porque no me interesa un pleito, sino una sabrosa discusión, y además no escribí nada ofensivo ni nada de lo que pueda avergonzarme. Sale pues.

"P.D. En Calviá México le dio una pelea durísima a Grecia, que alineó a cuatro grandes maestros. Recuerdo el placer que me proporcionó la partida Ioannis Papaioannou-Juan Carlos González, en la que las negras se sacan un impresionante ataque directo al rey por las casillas blancas mezclando sacrificios con jugadas tranquilas. Perdimos 1.5-2.5, pero no fue la blanqueada de ahora
."

No modifiqué en lo absoluto el mensaje. Este tema se trata parcialmente en el comentario que hice en este mismo blog al estudio que Marcos Iván Quintana publicó en su blog: "Situación actual del ajedrez mexicano".

En mi comentario escribí lo siguiente:

"Hay países con menor ingreso per cápita (en una charla casual Marcos mencionó Armenia como ejemplo de país con bastantes problemas financieros pero buen nivel de ajedrez). En Armenia, por lo menos desde hace dos años (no sigo tanto el ajdrez armenio) el campeonato nacional no es un torneo suizo, sino uno cerrado. En Polonia es igual. Como Holanda y Francia. En Rusia, desde hace unos cuatro, también (los campeonatos rusos se jugaron como torneos suizos cuando el país estaba al borde de la ruina, con Yeltsin y en útlimo año o dos de la URSS, cuando era todo un caos. Obvio: la federación no organiza nada: convoca, renta un salón, paga el premio y ya) ¿Cómo influye esto en el ajedrez de cada país? Me explico:

"Un torneo suizo es usualmente más democrático que un torneo cerrado, pero no está absolutamente abierto a todos: incluso si no hay cuota de inscripción y los organizadores pagaran viaje, hospedaje y alimentos, habrá ajedrecistas que por cuestiones laborales no podrían asistir. Si los organizadores cobran cuotas de inscripción, a las circunstancias laborales se suma el obstáculo económico. Si cada participante del suizo tiene que pagar inscripción, pasajes, hospedaje y alimentación, el factor pachocha cobra todavía mayor importancia: juegan todos los que puedan costeárselo, y quien no pueda pagárselo queda fuera. Supongamos ahora que, además, haya una limitante de rating. Por ejemplo, podrá jugar todo aquél que tenga un rating nacional superior a los 1800 puntos. Es otra limitante que se suma a la laboral y a la financiera. Pero, en todo caso, lo único que haría la federación nacional es publicar la convocatoria y garantizar la sala de juego y los premios. En caso de que así lo haya acordado, también los pasajes, hospedajes y alimentación de los participantes. Pero quien pueda, va y se inscribe, venga de Baja California Sur o de Quintana Roo. Las federaciones estatales no mueven ni un dedo en todo este proceso. Nótese que ni siquiera fue necesario mencionarlas para describir el proceso.

"En un torneo cerrado es en cambio "antidemocrático", pues se fundamenta en un criterio selectivo, aunque sea por el simple hecho de que la cifra de participantes debe ser manejable con el formato elegido. En tiempos de la URSS llegaron a ser 21 jugadores. Nada más. Supongamos que tienen su lugar garantizado el campeón nacional del año pasado, el campeón nacional juvenil y el rating internacional más alto (aquí se puede discutir si en la lista más reciente o sin en el promedio de las dos pultimas, etcétera). Si se organiza un torneo cerrado a 15 rondas, se requiere de 16 jugadores en total. Ya van tres, faltan 13. Hay, según veo en los textos de Marcos Iván, 35 federaciones afiliadas a la Fenamac. Incluso si calificara un jugador de cada una, es una cifra demasiado alta. para disminuir la cifra se requiere otro filtro. O dicho de otra manera, subir los estándares de calidad: que se eliminen entre sí en torneos. Aquí tenemos algo así como torneos interzonales, a los que calificarían los primeros lugares de cada federación. Lo ideal sería que cada federación estatal organizara su propio campeonato, con torneos selectivos, como etapa previa para el campeonato nacional. Creo que eso revitalizaría la vida ajedrecística en todo el país. Cada jugador, sin importar dónde viva, tendría por lo menos uno o dos torneos al año en su propia entidad federativa.
"

Finalmente, cuando en el buen blog de la morsa se discutió el tema específico del equipo olímpico nacional, escribí lo siguiente:

"A la olimpiada deben ir los que mejor nivel han mostrado en los últimos dos años. Simple y llanamente. Ningún buen jugador quedará fuera por un mal torneo (que sea precisamente el selectivo). Inversamente, ningún jugador inferior será seleccionado por el mero hecho de haber jugado el torneo de su vida.

"Cuando Ucrania ganó la medalla de oro, no fue seleccionado el segundo lugar del campeonato nacional. En cambio Ivanchuk, que creo recordar fue eliminado por Romanishin en la primera ronda, jugó en el primer tablero.

"¿Por qué? Pues porque para eso hay un capitán de la selección nacional (en ese caso Tukmakov), que va tomando nota de los resultados, del progreso, y del nivel de juego que muestran los prospectos para la selección. Y no lo hace al cuarto para las doce, sino sistemáticamente, durante los dos años entre olimpiada y olimpiada.

"Así como Tukmakov dejó en casa al medallista de plata del campeonato ucraniano, así podría dejar el capitán nacional mexicano, por ejemplo (y sólo por ejemplo) a Escobedo en casa. Por mejor que juegue en únicamente y nada más en el selectivo o en el campeonato nacional. Hay que fijarse en su desempeño en todos los torneos que ha jugado en los últimos años, incluyendo las olimpiadas. Obviamente, ya alcanzó su techo. Si comienza a mejorar y a subir su nivel, entrará a la lista de candidatos.

"Este es el meollo de mi argumentación: méritos a lo largo de los dos últimos años, no una actuación afortunada en un único torneo.

"El lugar de suplente se puede reservar a un joven prometedor, para irlo fogueando, eso sí. Pero de nuevo, eso debe ser decisión del capitán, que debe estar al tanto del ajedrez juvenil, de quién está subiendo mucho de nivel, quién muestra talento, quién promete, en pocas palabras. Al contrario, ¿alguien que prometía se estancó en los últimos torneos? ¿Por enfermedad, muerte de un familiar, estudios, pérdida de motivación? ¿O porque sigue jugando las aperturas de torneos infantiles o juveniles (y todos sabemos que en esos torneos abundan las variantes "chuecas" cuya idea es siempre una celada)? El capitán debe hablar con todos los posibles seleccionados: desde los grandes maestros hasta los juveniles.

"Según este criterio, deberían ir los grandes maestros más Manuel León. El tablero suplente se debe elegir entre Ibarra, Capó, Domínguez y otros jóvenes. Por méritos recientes, no anteriores a la última olimpiada. Espinosa ya dio de sí -que no fue poco, por cierto-, y Roberto Martín del Campo, aunque está jugando bien, ya tuvo una vez un papel medio desagradable con la selección, cuando puso por delante su papel individual que el desempeño colectivo. Russek, buena onda, ya está más allá de esta feria de vanidades...

"Y otra cosa: si respetamos al capitán, acatamos sus decisiones. Punto. Y si no lo respetamos, pues qué hace en el puesto
."

Ahora, tras ver cómo México fue blanqueado 0-4 por Grecia, como si desde Calviá 2004 (donde perdimos 1.5-2.5) no hubiera habido sino regresiones en el ajedrez nacional, quisiera volver a los dos temas que, según mi opinión, marcan al ajedrez mexicano.

Primero es la organización del campeonato nacional.

Ya había intentado darlo a entender - en el comentario al estudio de Marcos Iván - pero creo que es hora de formularlo claramente: casi todos los países en los que el ajedrez vale un pepino se organizan campeonatos nacionales absolutos bajo el sistema suizo. O viceversa: los países en los que el ajedrez sí es importante el campeonato nacional se juega o como un round robin - todos contra todos - o ya de perdida como un torneo sistema Wimbledon - tipo nocáut -. Véase cómo el segundo equipo de la década de los 90, Inglaterra (atrás de la URSS, obviamente) fue diezmado por el paso del tiempo. El ajedrez británico no supo alimentar las siguientes generaciones de ajedrecistas y lo que antes era una potencia es ahora un equipo fuerte de segunda fila, atrás de varios, sintomáticamente atrás incluso de Francia. John Nunn se retiró, Jonathan Speelman apenas y juega, Nigel Short se dedica a sobrellevar el ajedrez. Incluso Michael Adams parece casi un veterano intentando echarse el equipo al hombro. Claro, en Inglaterra el campeonato nacional se juega bajo el sistema suizo. Este es sólo un ejemplo. Ahora en Rusia, Holanda, Francia, Ucrania, Islandia, Armenia, Cuba, Argentina, Brasil y otros países el campeonato nacional se juega con sistema Round Robin o por lo menos Wimbledon (lo que implica un mínimo de organización). En Estados Unidos se organiza un abierto que depende del patrocinador y en el que la federación casi ni las manos mete. Veamos el equipo olímpico estadunidense: un garbanzo de a libra como Nakamura - con un padrastro que es entrenador de ajedrez, no lo olvidemos - y luego, puro inmigrante exsoviético. No hay crecimiento de talentos nacionales. Dónde están los grandes maestros estadunidneses de nacimiento: o retirados, dedicados a los negocios (como Tal Shaked o Patrick Wolf, por ejemplo); o dedicándose a hacer dinero con clases y libros de mala calidad. Como dijo un gran maestro exsoviético nacionalizado estadunidense, "los únicos que seguimos jugando ajedrez somos los que no sabemos hacer otra cosa." ¿Este es el modelo que queremos para el ajedrez mexicano? ¿Es este el modelo ideal?

Igual que en Rusia. O, mejor dicho, igual que en los últmos campeonatos de la URSS y en Rusia hasta 2004, creo. En esa época de hecatombe social, pobreza generalizada y neoliberalismo a ultranza en Rusia - la esperanza de vida de los hombres bajó en esa época en Rusia a 56 años - ni los ajedrecistas estaban para jugar ajedrez, ni la federación estaba como para organizar torneos. Además, bajo la idea neoliberal de que mientras menos intervenga la autoridad mejor, de que el mercado todo lo regula, dejaban al mercado lo referente al ajedrez, con la idea de que si había mecenas, es porque el ajedrez era atractivo. Si no, pues culpa del ajedrez. De ahí los intentos de Kaspárov - un gran adherente a las ideas neoliberales - o de Iliumzhínov - un millonario que hizo su fortuna en la época más turbia del capitalismo salvaje en Rusia - de "popularizar" el ajedrez mediante toda una serie abusrda de medidas tales como recortar los tiempos de reflexión con la esperanza de que el ajedrez se televise como el tenis; la pretensión de meter el ajedrez al programa de los juegos olímpicos de verano, etcétera.

Por esas mismas fechas, cuando la ideología imperante era la neoliberal - recuerden al ideólogo estadunidense Francis Fukuyama y su tesis del "fin de la historia -, cundió el ejemplo y en muchísimos países se abandonó el sistema round robin para organizar los campeonatos nacionales absoultos de ajedrez. O simplemente no había dinero para organizarlos - "consíganse patrocinios" - o sí lo había, pero se perdía entre bolsillos de directivos. Recuerdo todavía un campeonato nacional cerrado que jugaron Marcel Sisniega, Gilberto Hernández, José González, Amado Palma, Arturo López, Jorge Martín del Campo, Jorge Vega y otros (creo que también jugaron Roberto Martín del Campo, Rafael Espinosa Gil Russek y Roberto Navarro, pero no me consta o, mejor dicho, no recuerdo. Mencioné sólo a quienes recuerdo perfectamente). Todos calificaron desde los campeonatos estatales o desde el campeonato nacional juvenil.

Esto significa que había entonces un sistema más o menos establecido de campeonatos estatales o, mejor dicho, de cada asociación. En la Ciudad de México, por ejemplo, se jugaba el campeonato de la Amaac, de la UNAM y del Politécnico. Cada uno, creo recordar, era un torneo zonal. Los mejores calificaban al interzonal - ignoro cuántos se jugaban en todo el país - y, finalmente, calificaban los primeros lugares al campeonato nacional absoluto. De ahí calificaron ese año jugadores como Palma, Vega y otros. Enrique Monroy, Floresvillar clasificaron de esta manera a más de un campeonato nacional, y otros, como Gustavo Falcón, también se ganaron este derecho en por lo menos una ocasión. Repito que menciono los nombres de jugadores que me consta jugaron estos cerrados. Otro es Miguel Hurtado (en una ocasión derrotó a Roberto Martín del Campo, por ejemplo), pero no recuerdo si jugó uno nada más o más de uno, pero como llegó a ser olímpico, supongo que participó en más de un campeonato nacional absoluto.

Con una red de campeonatos regionales o citadinos, estatales, zonales e interzonales, junto con un campeonato nacional juvenil - cuyos participantes también pasarían por una elimiatoria similar -, los ajedrecistas de todo el país tendrían garantizado por lo menos un torneo importante. También se garantizaría el roce entre ajedrecistas de diversas regiones de la república. De otra manera, sólo el nacional abierto y tal vez el Torre Repetto otorgan esta posibilidad. Un beneficio adicional sería que los federativos estatales y nacionales se verían obligados a trabajar en serio para, por lo menos, sacar adelante esta red de torneos selectivos.

Quince o trece rondas sería excelente. Con boleto garantizado, o sembrados, serían el campeón del año pasado, el campeón nacional juvenil, el campeón del nacional abierto. Obviamente, si un jugador ocupa más de una plaza (campeón nacional juvenil y ganador del abierto, por ejemplo), o si el nacional abierto fue ganado por un extranjero, entonces las plazas irían para el ocupante del segundo lugar y para el mexicano mejor colocado, por ejemplo. Y los jugadores restantes clasificarían desde los interzonales. Ahora que tenemos grandes maestros viviendo en el extranjero, el entrenador podría comparar sus actuaciones con la de los jugadores mexicanos participantes en los torneos nacionales.

Segundo, la conformación de la selección nacional.

Con un campeonato nacional bien organizado como el arriba descrito, la elección de jugadores para la selección se facilitaría mucho. El entrenador podría seguir durante dos años a los jugadores radicados en el país y ver quién se estanca, quién crece, quién promete. Y, de manera más cuidadosa, quién experimente problemas porque sigue jugando las aperturas que jugaba en torneos infantiles y juveniles, quién ha bajado sus resultados por problemas de motivación o, por el contrario, porque intenta ampliar su repertorio de aperturas y corre nuevos riesgos, se familiariza con estructuras nuevas.

De hecho, podría darse el caso de que un jugador sea considerado para la selección nacional sin que vaya a las olimpiadas. Pero para ello se requeriría una selección que sea más activa que la actual, que se convoca cada dos años. Por ejemplo, Rusia y China juegan anualmente un enfrentamiento en varios tableros, tanto entre hombres como entre mujeres. Acá tenemos a Cuba cerquísima. ¿Qué no se podría organizar un encuentro tradicional, anual, entre los equipos mexicano y cubano? Unos ocho tableros varoniles y seis femeniles, por ejemplo. Así valdría la pena esforzarse por jugar bien en el el circuito de torneos nacionales. No vas a la olimpiada, pero la selección nacional ni terminaría ni empezaría con este evento: representas a la selección nacional en torneos internacionales anuales. ¿Que Cuba no alinearía a su mejor escuadra? No importa: si así nos ganaran, sería porque que no tenemos el nivel para retar su selección mejor. Y si les empezáramos a ganar, alinearían su artillería pesada, que no nos quepa la menor duda de ello.

Pero ningún torneo, jamás, debe prometer como premio un lugar en la selección nacional. Es un absurdo. Por eso se llama selección. Porque se conforma s e l e c c i o n a n d o, o sea, eligiendo a los mejores. Una plaza en la selección no es un premio, como lo puede ser un cheque por tantos miles de pesos, un trofeo o un libro. Si el campeón nacional juvenil es tan bueno, pues que a) se foguee con el resto de la élite nacional y, sobre todo, b) que demuestre que su nivel basta no nada más para imponerse entre chavitos, sino que también le alcanza para ganarse una plaza en el campeonato abosluto. Además, éste sería un aliciente para que más jugadores jóvenes participen en el nacional juvenil.

Tampoco pasaría que un jugador que se aviente el torneo de su vida vaya a la olimpiada nomás a tomarse la foto con los grandes del tablero, a pedirles autógrafos, a pasearse como turista y a arrastrar el nombre de la selección. La selección no debe ser lugar para burros que han tocado la flauta. De manera inversa, ningún gran maestro quedaría fuera de la selección porque no jugó un único torneo clasificatorio. Si queda fuera de ella, que sea o porque hay quien juega mejor o porque renunció de viva voz a jugar por ella.

Aquí tocamos otro punto: el del profesionalismo. Quien vive del ajedrez no puede dejar de ganar su ingreso por jugar en la selección. Luego nadie le pagará la renta, ni la comida, ni la colegiatura o la ropa de sus hijos. Si les exigimos que den su mejor esfuerzo, debemos estar dispuestos a recompensarles por ello. No están en situación de cobrar decenas de miles de euros porque no son de los mejores del mundo ni mucho menos, así que sería relativamente fácil acordar una suma razonable. Una beca decente condicionada a su participación en determinados torneos - campeonatos nacionales, la olimpiada - podría ser la solución para apoyarlos y además para que su participación en eventos nacionales ayude a pasar su experiencia a nuevas generaciones.

Si queremos que la selección represente de veras a lo mejor del ajedrez nacional, ésta podría ser una excelente solución.

En cambio, si la federación nacional no quiere invertir ni un peso en nuestros mejores jugadores, entonces debemos aceptar sin quejas ni lamentos que nuestra selección no sea sino una colección de aficionados, semiaficionados o jugadores que no pasan por su mejor momento.

Y ahí están los resultados:

0-4 contra Grecia.

2-2 con Nicaragua.

Que nadie se escandalice, que nadie se sorprenda, que nadie se justifique, que precisamente para semejantes resultados está organizado el ajedrez nacional.

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