viernes, 5 de diciembre de 2008

Hacer el ridículo II

Hace unos días fuimos Jeanne y yo a recoger una bufanda de lana que dejé en una sastrería para que le arreglaran dos hoyitos provocados indudablemente por polillas. Jeanne decidió quedarse afuera del local, cuidando las bicicletas, mientras yo entraba a recoger la prenda. Entré, saludé, y dije a la sastre que se acercó a mí, mostrador de por medio, "vengo por... " y aquí confundí la palabra inglesa para bufanda (scarf) con la alemana (Schal), y dije "Schaf", que es oveja o borrego en alemán.

La señora se me quedó viendo pelando los ojos, como esperando información más exacta. Decidí ayudarla (es que la sastre tampoco es alemana. Lo sé porque habla con acento y ya la he escuchado hablar un idioma eslavo), y junté mis dedos pulgares e índices, con todos los dedos extendidos, las palmas hacia afuera y a la altura del rostro. Separé las manos de manera horizontal, como representando la forma alargada de una bufanda y deletreé lentamente y con muy cuidada dicción "o-ve-ja". Apenas terminé de decirlo, vi con el rabillo del ojo a través de la ventana moverse algo verde de acá para allá. Recordé que Jeanne traía su chamarra verde, así que a volteé a verla a través del ventanal de la sastrería y la vi muerta de la risa. Inmediatamente sentí la punzada que me indica "has hecho el ridículo de nuevo". La sastre corrigió con gran diplomacia "¡Ah, la bufanda! ya está lista" y me la entregó. Le pagué los seis euros y salí de ahí lo más pronto posible. Jeanne apenas pudo explicarme por la risa que no es que haya escuchado, sino que vi claramente por tus labios cómo decías oveja y perdóname pero no pude aguantarme, es que estuvo muy chistoso.

Ahí ya me ganó la risa a pesar de estar medio amostazado. Y nos dimos cuenta de que mucha gente por acá no tiene sentido del humor: ven a dos personas dobladas de la risa en medio de la acera y fruncen el ceño.

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